Los atenienses eran, en el siglo V a.C., los auténticos expertos en el arte de la estrategia de guerra naval. La amenaza del persa obligó a Temístocles a preparar y a armar una flota invencible; la inagotable mina de plata del Lauro permitió a Atenas convertirse en una talasocracia.
En la guerra en el mar el objetivo de las temidas trieres atenienses (naves de 50 metros de eslora, tres líneas de remeros y una decena de soldados y refuerzo de arqueros) era embestir el flanco de los navíos enemigos con el terrible espolón que blandían en su proa, adornado con dibujos alegóricos de bestias indomables. Con esta maniobra, hábilmente ejecutada por los expertos pilotos, los barcos enemigos no tenían escapatoria y se hundían rápidamente.
Otra audaz maniobra típica de la marina ateniense era la que consistía en pasar a toda velocidad a lo largo de un barco enemigo: al llegar a su altura, el agresor metía sus propios remos y desde su proa rompía los remos del adversario, que entonces se convertía en una presa fácil. Para realizar en el mar semejante maniobra de precisión era necesario tener tripulaciones muy bien entrenadas.Pero el espolón era el elemento primordial de las veloces trieres, ya que permitía acabar con el enemigo sin llegar a entablar batalla sobre las cubiertas, en peligrosos abordajes con impredecible resultado.
Blanca Gil es el espolón del Orizzonte de Catania.
El campeón de Europa que arriba este fin de semana a la piscina sabadellense de Can Llong tiene a la exsabadellense como garantía de demolición.
La estructura de ariete de Blanca, con los ojos de lechuza de Atenea y su potente brazo, permite a las de Formiconi romper desde el punto de proa que es la boya y evitarse entrar en otras lides que implican empeñar todos los recursos.
A menudo el Orizzonte no precisa más que embestir con toda la furia de Blanca el flanco enemigo, quebrándole con goles de espolón, directos, mortales, y dejar que se hunda sin arriesgar en otras estrategias. El Orizzonte entonces vence con la impresión de no haberse ni siquiera gastado. Es la táctica de la victoria limpia y mítica.Les toca a las sabadellenses de Nani Guiu virar, manejar los vientos del partido, mostrarse y engañar, eludir el espolón de la manera que sea. Y tener siempre presente que los imperios no duran eternamente.
La marina ateniense salvó a la Hélade de los persas en la gloriosa batalla naval de Salamina, pero las temidas trieres acabaron sufriendo un enorme y definitivo desastre en la Guerra del Peloponeso, en el puerto de Siracusa, víctima de una sucesión de infortunios y de su propio orgullo.
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