miércoles, 28 de enero de 2009

ESPERAR A LAS RUSAS PEINANDO LOS CABELLOS


Espero se comprenda que mi referencia a la batalla de las Termópilas poco tenga que ver con la por otro lado emocionante película de los 300. Antes del salto a la fama, Leónidas y sus guerreros lacedemonios ya me admiraban cuando leía (y leo) a Herodoto en su libro VII de las Guerras Médicas. Me gustó la película (no me las doy de listillo engolado) y me entusiasma el texto.
Traigo a colación aquel episodio modelo de gesta heroica a cuenta de la batalla que se avecina con la llegada a Sabadell, este sábado, de las rusas del Kinef Kirishi para la disputa de la ida de los Cuartos de Final de la Copa de Europa femenina.
Como los espartanos (y los otros 8 mil griegos de otras ciudades de la Hélade, a los que se suele olvidar...) en la defensa del desfiladero, las sabadellenses aparecen como la insignificancia hecha arrogancia ante el poderío de un ejército infinitamente superior. Ellas acuden a la cita con la Historia con la templanza que confiere ser un guerrero, haber nacido y haberse forjado para la gloria. No importa el resultado, sino lo que los tiempos venideros conozcan de la valentía, el honor, el sacrificio propios.
Por eso, en estos momentos, las jugadoras de Nani Guiu arreglan sus cabellos y se ejercitan con el imperturbable telón de fondo de la eternidad. Cuando, por orden del rey Jerjes, un espía medo se aproximó a donde estaban acampados los espartanos, no podía comprender la absoluta tranquilidad en la que estaban sumidos los lacedemonios ante la avalancha que sabían se les venía encima: "El jinete vio que una parte de los soldados estaba realizando ejercicios atléticos, mientras que los demás se peinaban la cabellera. Como es natural, ante aquel espectáculo, se quedó perplejo". Al regresar y explicarle al rey persa lo visto, "Jerjes no podía intuir la realidad -explica Herodoto-, es decir que los lacedemonios se estaban preparando para morir y matar".
La actitud de los espartanos formaba parte de un ritual ancestral. Antes de entrar en combate lavaban y disponían sus largas cabelleras en trenzas, igual que los famosos aqueos (griegos más antiguos) en la Ilíada. Su propósito era conseguir una purificación de cuerpo para que esté en consonancia con el espíritu, ajeno ya al materialismo terreno, ya que estaban preparados mentalmente para morir en la lucha.
Demarato, un consejero de Jerjes, le advirtió en vano: "Vas a luchar con el reino más glorioso y los más valerosos guerreros de Grecia". Pronto, al ver desbaratar los de Leónidas las acometidas de los contingentes medos, cisios, y los persas encabezados por el temido Hidarnes (los famosos Inmortales), el orgulloso monarca saltaría hasta tres veces de su trono, desde donde divisaba los enfrentamientos, "temeroso de la suerte de sus tropas", repelidas una y otra vez durante dos enteras jornadas. La actitud de las sabadellenses antes del partido, en una eliminatoria en la que nada tienen que perder puesto que tienen ganada ya la batalla, tiene que ser la de adecentarse el cabello, ejercitarse y plantarse en Can Llong dispuestas a saborear cómo se pasa a los gloriosos relatos de la Historia.

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