martes, 26 de enero de 2010

LAS 25 RAZONES QUE ME HACEN SABER QUE EL ASTRALPOOL GANARÁ EN ATENAS (II)


SEGUNDO ARGUMENTO:
LA FRAGILIDAD DE LA ARMONÍA

Theocharis Pavlides, entrenador del Olympiacos, no hacía más que mencionar en sus declaraciones al final del partido de Can Llong las palabras ritmo y control: «hemos controlado el ritmo», «cuando perdimos el control del juego en el tercer tiempo», «era el Sabadell el que forzaba para recuperar el control del partido»...
Son declaraciones que confirman lo visto en la piscina: la aspiración e inspiración del juego heleno están en el control, en marcar el tempo, en dominar los ejes espaciales y temporales del partido mediante la estrategia.

De hecho, la historia de la civilización griega se puede esquematizar con un ideal estético: el anhelo de la búsqueda y la apropiación de la belleza. Los artistas griegos de la antigüedad alcanzaron una perfección creadora inmejorable, clásica, porque hallaron y asimilaron las medidas de la armonía.

En Can Llong el CNS le dio la vuelta al marcador sólo en dos momentos: en aquel vibrante tercer tiempo del 4-0 y en el último minuto del choque, cuando se recortó la diferencia de tres a un gol. Pavlides los señaló como los dos borrones de su equipo, los momentos en que el Olympiacos perdió el ritmo, cuando su táctica había dejado de funcionar por falta de entendimiento, es decir de armonía, entre sus jugadoras.
Y es que precisamente ahí reside el trabajo central del conjunto ateniense: en automatizar los movimientos, en cultivar el orden como una sagrada virtud colectiva, en pulir el ruido (el desarreglo), en armonizar en suma y en hacer del juego un arte, el arte de la victoria.

Pavlides sigue la consigna del famoso arquitecto e ingeniero (arte y técnica) Richard Buckminster Fuller y que cita Mario Livio en el fascinante 'La proporción áurea' (libro al que seguro que recurriré más veces en el futuro): «Cuando trabajo con un problema, jamás pienso en la belleza. Sólo pienso en cómo resolverlo. Pero cuando he terminado, si la solución no es bella, sé que está mal».
Así las cosas, el objetivo de las sabadellenses en Atenas no debe ser tanto contrarrestar y superar los problemas que les plantee la estrategia helena articulada por Pavlides (que también), sino desbaratarla de raíz. Si el Astralpool se presenta en la piscina de El Pireo como el caos que no cesa, como la otra cara de la luna, la ilegible e inescrutable oscuridad, como ese equipo bárbaro, imprevisible, incomprensible y genial que sabe ser, el Olympiacos se desmoronará.

Y pienso en esa rosa que, en su perfecta trabazón, es «paradigma simbólico de la simetría natural, de la armonía, el amor y la fragilidad».
El Olympiacos tiene en la armonía su fortaleza y al mismo tiempo su fragilidad.

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