jueves, 27 de noviembre de 2008

NAKORIAKOV O LA COLERA DE DIOS


«Fue hombre de casi cincuenta años, muy pequeño de cuerpo y poca persona; mal agestado, la cara pequeña y chupada; los ojos que si miraban de hito le estaban brillando en el casco, especial cuando estaba enojado».
Diego Velázquez, describiendo a su coetáneo Lope de Aguirre, es como una cerbatana: primitivo y certero. Revela del conquistador rebelde e iluminado que nunca dormía, que siempre le hallaban velando, como un mal esquinado, y que si hacía sufrir no era porque él mismo no se exigiera los más pesados trabajos. «Muchas veces andaba con dos cotas bien pesadas, y espada y daga y celada de acero, y su arcabuz o lanza en mano...».
La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, y su misma descripción, se me antoja un paralelo del sargento de hierro Mijail Nakoriakov, el entrenador del Uralotchka, el El Dorado waterpolista de la lejanísima ciudad de Zlatoust, en la línea divisoria de Europa y Asia.

El historiador Blas Matamoro, en la excelente monografía 'Lope de Aguirre. La aventura de El Dorado', sintetiza esta controvertida figura en una frase: «La historia ha sido avara con Lope de Aguirre. La leyenda, generosa». La aventura equinoccial de Lope de Aguirre es la aventura esteparia de Nakoriakov.
En ambos personajes confluyen elementos feroces y de fin de mundo. Aguirre forma parte de la leyenda negra en la América del siglo XVI, en cuya selva amazónica ejerció de tirano de tiranos; a Nakoriakov le he visto hacer llorar a jugadoras tan duras y experimentadas como Petrova, una auténtica gladiadora de las piscinas, por ganar 'sólo' por 12-7 al Sabadell en las semifinales de Copa de Europa disputadas en Plzen en el 2001. Allí mismo, en la reunión técnica previa, a la que asistió impertérrito durante la primera media hora, sólo rompió su silencio para exigir: "in russian". Organización y delegado LEN se excusaron y repitieron sendos discursos en la lengua del imperio del Este.

Pero sucede que a menudo, cuando se retrata, se cae en la caricatura.

Lope de Aguirre tuvo un sueño que se dio en llamar El Dorado, un país de oro que se escondía en la maraña de la selva, y se hizo su ejército (los 'marañones') y sus lealtades y traiciones para conquistarlo. Nakoriakov quiso construir un gran equipo de waterpolo a partir de la nada de los Urales. La determinación, el carácter, la vesania de un hombre arribado del mundo del fútbol y con métodos absolutamente propios le han convertido en leyenda viva.
«Siempre será héroe de leyenda ese Lope de Aguirre, segunda encarnación de Atila: poéticamente salvaje, sin temer a nada y no vacilando ante una hecatombe» (Ciro Bayo).
Cuando escuchaba en Siracusa, gracias a la traductora al italiano que acompañaba al Uralotchka en aquella final four de Copa LEN del 2004 en la que el Sabadell terminó tercero, cuando le oí, digo, que hacía entrenarse a sus jugadoras practicando hockey sobre hielo en los plutónicos inviernos de la estepa, me sucedió como a Shanti Andía, de Pío Baroja, cuando leía las aventuras de Lope de Aguirre: «Me producía un poco la sensación que produce a los niños el guiñol cuando apalea al gendarme y cuelga al juez. A pesar de sus crímenes y sus atrocidades, Aguirre, el loco, me era casi simpático».
– ¿Y no le parece excesivo, míster?
– A veces se rompen una pierna o un brazo. Pero el hockey las hace duras, más fuertes.
Y la milenaria ciudad de Siracusa acusaba un desmayo de luz o un atardecer en el agua griega de la piscina Paolo Caldarella.

Pero este sargento de hierro no es más que un hijo radical de la Rusia moderna y de siempre: potente, dramático, curtido y, sin embargo, sentimental. Nakoriakov, la voz del trueno, apareció en el vestíbulo del Park Hotel de Siracusa, en la citada final four, uniformado del Real Madrid y profiriendo algo parecido al 'hala Madrid, hala Madrid'. Fue en ese momento relajado tras la cena, cuando Xavier Balaguer, Mateo Celma, Miquel Martínez, el entrenador del Polar Bears holandés y yo mismo compartíamos una tranquila tertulia. Todavía me parece estar escuchando el estropicio de risas y chanzas.
Era, sin duda, su manera de aproximarse, de trabar relación, y también, claro está, de evitar en lo posible una hipotética componenda entre Sabadell y Polar Bears que habría perjudicado a su equipo. Pero, a fin de cuentas, descubrimos que Nakoriakov era humano.

Como Aguirre, Nakoriakov tiene un demonio que le anticipa sus acciones y que le confiere esa apariencia de tirano, de iluminado, de raza de leones. En la rebelión tan peculiar y visceral de Lope de Aguirre hunde su fiereza Nakoriakov.
El conquistador y rebelde vasco se alza contra los fastos del imperio apoyado en sus marañones. El Uralochka de Nakoriakov es un virreinato nacido en los confines cuya sola existencia supone una rebelión contra el waterpolo moscovita y petersburgués, contra el imperio del petróleo, contra las influencias y las infamias.
Orgulloso, estentóreo, dominador, capaz, enérgico, firme, activo, intrépido, ambicioso, tenaz, hiperemotivo, asocial. Lope de Aguirre/Nakoriakov puede dar la impresión de ser un loco, que la leyenda suele ser excesiva e implacable con los heterodoxos, pero es sólo una anomalía en un mundo generalmente mediocre y plano.

Y sucede, además, que a menudo, cuando se retrata, se cae en la caricatura.

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