
Tiene Mati la luz primordial, la chispa del hábito que visten las cosas más sencillas, el color humilde y atezado, pero dignísimo de un siglo de pobres, de frailes y de

La obra del maestro extremeño es una operación de rescate de esa luz primordial, reflejada en los hábitos de los monjes, en las auras luminosas de sus inmaculadas, en los pardos de sus vasijas, incluso en los rostros que brotan de un cierto tenebrismo que les confiere un aspecto más de estatua que de pintura. Las figuras de Zurbarán son apariciones, una realidad elevada a lo sagrado.
En la tranquila efectividad de Mati reside la misma técnica. Su juego sin aspavientos pero profundo como una oración interior, la eleva. Es una figura que emerge del molino del agua con la sencillez de lo pertinente, con la luz primordial de lo esencial. Mati tiene esa paleta dulce que amortigua la contienda deportiva.
A uno le parece que la maestría de Zurbarán está detrás de esa expresión elevada de

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