jueves, 4 de febrero de 2010

LAS 25 RAZONES QUE ME HACEN SABER QUE EL ASTRALPOOL GANARÁ EN ATENAS (IX)


NOVENO ARGUMENTO:
EL ASTRALPOOL NO CREE EN LOS FANTASMAS

«Los fantasmas no existen, nosotros los creamos».
Como irlandés y como escritor de novela negra, la frase de John Connolly debería ser una revelación. Confiesa en una reciente entrevista que de vez en cuando necesita abandonar a su exitoso personaje, Charlie Parker, para escribir otras cosas, como cuentos de fantasmas.
«Soy –añade– de los que creen que los que ven esos fantasmas son quienes tienen algo por hacer».
Los fantasmas son terrores propios, miedos ante una realidad que no somos capaces de asumir. Se podría decir que el fantasma escenifica la inseguridad y la desconfianza en la fuerza personal.
La diferencia entre un competidor y en quien se queda en un buen deportista radica en la fuerza interior. La convicción acompaña siempre al campeón, desde el inicio de su carrera. Y si algo define al Astralpool es su fe en la victoria.
Hace más de una década que el waterpolo femenino sabadellense se parte la cara con los mejores equipos nacionales y europeos. A pesar de que las jugadoras han ido cambiando, todas han adoptado esa mentalidad ganadora, contribuyendo a engrandecer la leyenda. En este equipo no cabe la duda.
Por eso, el Astralpool no tiene un pasado –aunque exista en las hemerotecas– y avanza con el aliento de la gloria: sólo espera la épica. De manera que los fantasmas no existen. Sólo ve la convicción y la batalla.
El Olympiacos, por contra, acaba de salir del túnel del tiempo. Hasta la pasada temporada, ha vivido una década de frustraciones, sometido al poderío del Glyfada, el Ethnikos o el Vouliagmeni. Estoy convencido de que, en su derrota del último partido de liga ante las de Kammenou, se le aparecieron todos los fantasmas de ese pasado, tan largo, tan oscuro y tan persistente. No pudo visualizar la puntual jornada de gloria que le dio el último título de liga, sino que esa misma jornada le condujo a examinarse con su propio interior, sus terrores y su miedo a la derrota, que se convirtió en inexorable. El Olympiacos, ahora mismo, está cercado por sus fantasmas.

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