miércoles, 27 de abril de 2011

AL FINAL, LA COPA


Pronostiqué algo parecido hace un año. Me anticipé un año. Pero lo predije. Como en un oráculo, mezclé las palabras, tomé sendas desviadas, insinué sin afirmar. Pero lo predije.

Tracé un paralelismo con la colosal aventura de Alejandro Magno, auguré el inicio de una nueva era sin límites ni horizontes a una ambición. Y ahora llega.

La Copa de Europa.

[Reconozco que me resisto a llamarla Champions Cup, o ‘la Champions’. Será porque, de niño, respiré esa hondona y dolorosa atmósfera en la piscina Sant Jordi, esa misma reverencia que mueve al artista ahora conocido como El Cuervo, esa reverencia a una tradición de la que venimos nosotros]


No hay palabras comunes, no existen, que puedan atrapar y traducir los años, la dedicación, el sentimiento que suda la piel. No existe el relato de este triunfo definitivo, como no existe la manera de capturar el tiempo. El esfuerzo, la dedicación, el sacrificio siguen su curso, reiniciando el ciclo de las estaciones. Pronto –ya- empezará otra vez el reto.

Hubo una vez un sabio que quiso comprender, contener en un pequeño agujero, lo inabarcable. Fracasó solemnemente. Y es que solo somos en movimiento, somos en disgregación, y lo que es y sucede ya se nos escapa de entre los dedos. Inútil es detenerse a comprender, a capturar la realidad.

La Copa de Europa.

En las retinas se mezclan el verde clarísimo del Astralpool, el sol de abril entrando por las alturas, agua, siempre el agua, y muchas sonrisas del color del trofeo.

Lo predije todo. Nadie puede quitarme esa íntima satisfacción.
Veo en el túnel del tiempo tantas caras. Hace tres décadas, cuando el blanco y negro, los partidos eran nocturnos, en la calle Montcada, para no molestar. Pura afición. Veo las caras de las jugadoras, decididas, ciñéndose el gorro, en los márgenes de los horarios, en la rebeldía del querer ser. Querían ser reconocidas.

En Can Llong la instalación, la gente, los albornoces, la publicidad, todo brillaba. En el foco de esas dos jornadas, se estaba modelando el alba de la victoria. La luz creció, la televisión la plasmó, el público coreó la garganta del éxito. Y por un instante me pareció descubir una mirada en blanco y negro cerrándose, por fin, satisfecha.

La Copa de Europa.

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