domingo, 15 de mayo de 2011

EL EJE DE TODO ARTE

"- A ver -continúa el preclaro entrevistador ante el torero echado en la cama del hospital-. Explícame bien esto. Las gentes han dado en creer que esto para vosotros es secundario; que hay otras cosas que pueden más en vuestra actuación. La gloria, quizá; pero, sobre todo, el dinero.
- Te aseguro que no -responde el maestro-. El momento de torear, no solo en la plaza, sino en el campo, tiene una emoción indescriptible, que supera a todo lo demás. Los toros nos dan las mayores satisfacciones y los mayores disgustos; pero son el eje de nuestra profesión, el motivo fundamental de nuestro arte. Después viene el aplauso del público, es indudable. Hay muy pocos toros toreables en los que uno se recree íntimamente al torearlos. Es el público el que entonces nos obliga, nos alienta, y cuando logramos su aplauso, aun en contra de dificultades que en ocasiones solo nosotros percibimos, entonces, sí; entonces la satisfacción es también muy grande. Y en último lugar, te lo aseguro, es el dinero. Mantenerse a la cabeza, merecer siempre el favor de los aficionados, pues esto es, en definitiva, lo que da la categoría y, por tanto, el dinero."

Es cuestión de verdades, de vida y de muerte, de mirarle a la cara al hombre que a su vez te mira desde el espejo. Pocos textos tienen la fuerza de esta entrevista de Ramón Martínez de la Riva al maestro Ignacio Sánchez Mejías publicada en los años veinte en Blanco y Negro. No me atrevería yo a cuestionar el toreo y ese canto profundo a la muerte que contiene. No me atrevería yo a condenar el toreo por una superficialidad de sentimientos. El nervio de la audacia lo recorre desde un alba lejanísima, y su motivación entronca con lo que somos, con lo que nos define, con la radicalidad de lo que hacemos precisamente porque somos.
Aquí, en este fragmento de un texto clásico, por su perfección y modelo, Sánchez Mejías podría ser el deportista o podría ser también el cronista. Habla por boca del maestro el corazón del hombre describiendo su entrega en el oficio de ser hombre. No es fácil llegar a ser hombre, es tarea de cotidiano fracaso y de infrecuente gloria. No es fácil vivir porque es tremendo morir, y más terrible morir sin haber sublimado esta condición mortal alcanzando la verdadera manera de ser hombre.
De éxitos, de dolores, de sacrificios y de renuncias; de glorias entrañadas, de auténticos sabores, y de almas que se muestran en las palabras, los ojos y las humildes épicas diarias. De todo esto habla esta entrevista tan olvidada ya. Ejemplo y virtud que ofrezco aquí para quien quiera y sepa leer.

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