jueves, 25 de febrero de 2010
ATENAS, ATENAS, ATENAS
Atenas, Atenas desde la Acrópolis. Atenas erguida ante los fabulosos persas, Atenas y la velocidad, Atenas siempre extrema. En los feos lidos del Egeo, ante el monumento de El Pireo a las naves de Nicias partiendo hacia el desastre siciliano. Atenas de sus callejuelas con limoneros y sus gatos. Atenas bajo el cielo amenazador del Sáhara, con el jazmín y la brutalidad de la muerte en la carretera. Atenas caótica donde se pierde el tiempo ya sólo cantado de los héroes. Atenas ondeando en su bandera helena, declaración omnipresente en azul y blanco, Atenas siempre en la rebelión, constante en la batalla y en el abrazo, franca, ruda y delicada en su escondida sabiduría jonia. Interminable Atenas, eterna y muerta, desangrada, nervuda, donde los perfiles foráneos se diluyen ofuscados por el trazo grueso de los atenienses y su incendio. En Atenas, en su vértigo de Cronos y de siglos, vino a caer el Astralpool. Mejor lugar no cabe para caer.
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