DECIMOTERCER ARGUMENTO:
LA MÚSICA INTERIOR
Kino el pescador vivía una existencia humilde con su familia en los mares del Sur. No relataré la historia de esta conocidísima y magnífica fábula de Steinbeck, La Perla, sino que sólo me quedaré con uno de los miles de detalles que la hacen especial: la música interior.
El protagonista pertenece a una estirpe de hombres que "veía todas las cosas sin mirarlas" y con los ojos guiados por una música interior.
Los historiadores vienen apuntando recientemente el papel clave que desempeñaba la música en la antigüedad. Las canciones ligaban estrechamente el mito a lo cotidiano y existía una tonada para cada acción diaria: para hacer la colada en el río, para remediar la enfermedad, para preparar la comida, para despedir a los muertos (trenos), para acudir a la guerra (peanes), etc.
La pequeña familia de Kino tenía otra familia mayor, los antepasados, que la guiaban desde los tiempos remotos. La sabiduría quedaba acumulada en esas sencillas canciones de apenas tres notas, una música que además estaba en la cabeza de Kino. Todo su mundo estaba plagado de sonidos y un oído atento permitía a aquella gente captar la amenaza, el aliento o el futuro.
Estamos lejos en este punto de 'civilización' de ese modo de vida, simple y azaroso. Pero todavía nos es posible sintonizar con lo que el poeta Francisco Hernández denomina el 'sonido del universo'. Los pitagóricos sabían que cada planeta emitía una nota al moverse en el espacio y la música era uno de los saberes derivados de la geometría, la base de las matemáticas.
Sin desdeñar cualquier argumentación propia del saber lógico, uno lleva dentro su propia música personal, su sintonía con el mundo, que tiene que ver con la manera de captarlo y de entenderlo. Y en esta melodía tengan por seguro que entiendo la placidez de saber que el Astralpool ganará en Atenas y estará en la final four.
"...Y la música de la perla derivó hacia un susurro y desapareció". Lean este libro.
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